martes, 7 de diciembre de 2010

A la sombra del arce



Decidí sentarme bajo un árbol a pensar un rato. Decidí dejar pasar cualquier pensamiento, pero me fue totalmente imposible. Empecé a pensar el mundo que estamos intentando formar.
Bienvenidos al siglo XXI, donde los amigos de verdad se cuentan con una mano manca, donde solo podemos contar con dos o tres personas. ¿Y el resto de 6 mil millones de personas? Vivimos en un mundo en el que cada uno tiene sus propios intereses, cosa lógica por otra parte, y en el cual todos estamos demasiados centrados en nosotros mismos.
Nuestro mundo empieza a sentirse cada día un poco más egoísta, más capitalista, egocéntrico y totalmente desrailado del concepto de "vivir con las complicaciones justas y necesarias".
Nos gusta herir a los demás. Disfrutamos haciendo creer que somos únicos, que no existe nadie mejor que nosotros y además intentamos descalificar a los demás.
Vivimos en un mundo con claros conceptos definidos, como pequeñas Barbies. Tenemos un concepto escrito para cada sentimiento, para cada acción.
Un mundo en el que la juventud sólo vive por y para beber, si total da igual, de qué me sirve a mí estudiar electrónica 5 años en la UCA, si eso son cosas de frikis. Un mundo en el que nuestras aficiones que no compartimos con los demás son calificadas de extrañas, raras, y a lo peor incluso pueden llamarte cosas que ni siquiera ellos saben qué significa.
Pobre de tí si estás leyendo un libro. ¿Ecuaciones, polinomios?, pero si eso son cosas de Einstein, cosas que a nadie nos va a servir nunca en la vida. ¿De qué nos sirve saber que π=3,14159, si total, para hacer la compra no nos va a servir para nada?
En fin, mejor paro porque me deprimo.
Pero tengo un motivo más, pensar que tengo 14 años, que el mundo que me rodea cada día se vuelve más y más triste.
Sólo puedo decir una cosa,
Deja el mundo mejor de como lo habéis encontrado
, Sir Robert Baden-Powell.

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