martes, 1 de marzo de 2011

Nuestra gran meta.



Un joven aventurero se dispone a ascender un ochomil en oriente. A mitad de la montaña, entre resoplo y resoplo decide tomar un respiro. Allí encuentra a un viejo monje, y como tiene la sensación de estar perdido, decide preguntarle por el sendero.
-¿Crees que voy por el camino correcto?
-Bueno, todo depende por el camino que quieras ir, mejor dicho, depende de a dónde quieras llegar.
-¿Y crees que todos los caminos tienen su fin? ¿Llegaré a dónde desee llegar?
-Esa es una pregunta que quizá no tenga respuesta, pero conseguir alcanzar el fin de ese camino es nuestra mayor meta, nuestra razón de ser.
-Ya, pero, ¿Y cómo sé que no me equivoco de camino?
-Desgraciadamente en la vida no vas a encontrar mapas, pero sí personas que pueden ayudarte, esos son tus amigos, por supuesto no van a aclararte la ruta, ni quitarán piedras por tí, pero puedo asegurarte que ellos serán quienes te ayuden.
-Pero no sabría por donde ir si el camino se divide en dos…
-Claro que no, pero tu corazón y tu cabeza sabrán ayudarte. Las decisiones nunca son fáciles, pero todas tienen solución, aunque lleven a muchas renuncias.
-Creo que aun así estoy perdido.
-Claro que lo estás, pero si te digo por dónde llegar y cómo, ya no eres tú el que llega a la meta, es un viejo al que has encontrado por el camino: esto te hará llegar a una meta falsa; es como si volvieras a la salida sin nunca haber empezado.
Así, el viajero continuó, un tanto desconcertado. Al poco de empezar a andar no comprendió las palabras del monje, pero poco a poco, cuando empezó a ver la cima de la montaña comprendió todas y cada una de las palabras del monje. Y es que, todos tenemos una meta en la vida, quizás muchas pequeñas, pero una gran meta en definitiva, será como un reto. ¿De qué sirve hacer todo lo que hacemos si no es para cumplir nuestros objetivos?
Por lo tanto, antes de rendirnos, siempre tenemos que recordar que tirar la toalla antes de llegar es de vagos, y es intentar ir por el camino fácil, pero es el camino que siempre acabará en un abismo. Escoge tu camino, y poco a poco recórrelo, cúmplelo, siempre acompañado, pasito a pasito, y lucha cada día, así, podrás decir algún día: Yo llegué a la meta.

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